Hacía 4 días que me venía doliendo la cabeza, creía que era por una congestión. Me dolían los ojos, hasta que en un momento me empecé a sentir cada vez peor. De repente me di cuenta que no podía hablar, comencé a balbucear, no podía controlar la saliva.
Empecé a sentir como una parte de mi mente no funcionaba. Me senté, luego me recosté en el piso y ambos brazos comenzaron a dormirse, no podía moverlos.
Entendía todo lo que pasaba alrededor pero no podía expresarme. Comencé a tener muchísimo frío, las personas que estaban a mí alrededor no me entendían que quería una frazada, apenas podía mover las piernas. Llamaron a emergencias del Hospital Italiano y la ambulancia tardó siete minutos en llegar.
En esa espera pensaba en mi esposa Marina y mi pequeño hijo de tan solo un año de edad, ¿cómo iban continuar si quedaba así, hemipléjico?
Llega la ambulancia, la doctora rápidamente me asiste, me toma la presión y escucho: – “Está muy alta, 20–12…”
Una vez que me recostaron en la camilla, me abrigaron, entramos a la ambulancia y lograron estabilizarme.
En el Hospital Italiano decidieron dejarme internado para realizar todos los estudios necesarios y descubrir que ocurrió. Al otro día los estudios dieron bien. Luego de la charla con los médicos, me dijeron que había sido un pico de stress.
En esos últimos días no había tomado la pastilla de la presión que venía tomándola en forma rutinaria durante los últimos diez años. Sin darme cuenta decidí auto boicotearme.
Al retornar a mi casa, comenzaron los ataques de fobias y cansancio crónico. Me sentía deprimido, asustado. Caminaba veinte metros y el cansancio del cuerpo era fulminante.
Volví al Italiano y me derivaron para comenzar Terapia Psicológica. Me recetaron Ryvotril 1 mg. Estuve cinco meses en tratamiento. Si bien los ataques de pánico mejoraron y puede volver a trabajar, no estaba bien y muchas personas cercanas me recomendaron hacer yoga.
¿Yoga?... es para jubilados, aburrido, muy pasivo… prejuicios.
A partir de mi primer clase de Yoga, dejé de tener ataques de pánico, fobias y cansancio crónico. Y a los dos meses pude dejar la pastilla y me sentí sumamente aliviado, volví a respirar vida.
El YOGA no sólo me salvo la vida sino que me ayudó a descubrirla. Cerrando los ojos comencé a ver más.