Corría el año 2008. Mi marido y yo habiamos regresado de un viaje a Estambul. A sólo tres días de nuestro regreso, empecé a sentirme mal. Como es de rigor, tomé té con limón, buscapina, pero el dolor de panza no cedía. A la mañana siguiente, lo llamé a mi médico de cabecera el Dr. Cámera y le dije de mi malestar preguntándole si no tendría alguna pildorita para darme, a lo que me contestó, que fuera inmediatamente al Hospital, y así lo hice.
Ya tenía una serie de estudios para realizarme; conclusión: vesícula con piedras, y me dijo: “debe operarse inmediatamente”.
Entonces fui a ver al Dr. Juan Pekolj, otra eminencia, y enseguida programó la operación. Llegó el día y yo estaba muy angustiada. A las 6:30 AM fuimos al Hospital con mi esposo. Hicimos los trámites y yo seguía angustiada y temblando de miedo. De pronto me dije: ¡No podés tener miedo si vas a internarte a un Spa de donde vas a salir hecha una diosa!. Y a partir de ahí las cosas cambiaron: primero me llevaron a canalizarme para luego ponerme el suero, el pobre médico anestesista no me encontraba la vena y yo le decia: doctor no se haga problema que a mi no me duele. Después le pregunté que ascendencia tenía y el me dijo suizo y yo le dije que imaginara que estabamos esquiando mientras el seguia transpirando y así en este diálogo de locos pudo canalizarme y llevarme al quirofano.
Allí me esperaba el doctor Pekolj y su equipo. Le dije: Doctor, opereme con éxito porque quiero seguir viajando, a lo que el me contestó que había estado en Africa negra, y me dormí… y empecé a soñar con todos los negros que me habia contado el doctor.
Desperté sin problema alguno, porque me estaban poniendo linda en el spa y había
viajado al Africa negra. Así fui a recuperación y luego a la habitación que estaba en
el sector maternidad. Me encontré con mi esposo y le dije que se fuera, que yo
estaba bien. No sentía nada, escuchaba las vidas que habían llegado al mundo y la
felicidad en las habitaciones.
A la medianoche, el médico de ronda abre la puerta y me dice: señora ¿Dónde esta el
bebé? y yo le respondi: ¡Por favor doctor prenda la luz y mireme la cara!, entonces
tenía 74 años. Fue todo muy divertido. Al dia siguiente me dieron el alta y volví a mi
casa contenta porque me había quedado un cutis de porcelana con todo el suero que
me habían dado.